Tras un largo período en busca del lugar adecuado a mi anhelo, “La Tejedora» me atrapó un día que recorría este valle Cántabro en mi moto. ¡¡Dios mío!! Era una casa totalmente en ruinas, con un selvático terreno en el noreste, cuya vegetación prácticamente cubría la fachada trasera de la casa. Trepando a un ventanuco, pude divisar las maravillosas vistas que se me ofrecían: un enorme circo de montañas, con vegetación autóctona, prados y bosquetes, y al norte…el mar, tiñendo de azul el paisaje y mi Ser de emociones positivas.

A pesar del ruinoso estado de la casa, tuve la certeza de que éste era «mi lugar». Luego, investigando, me enteré de que durante generaciones había sido el hogar de la «Tejedora» de la zona y que en la casita de la lado era donde tenía su «Telar». Aquella historia me conmovió por todo lo que esos nombres me evocaban. Ya no había duda de cual sería el nombre de mi nuevo proyecto.